domingo, 22 de diciembre de 2024

Emuskulación


Elon Musk amenaza con hacerle a la democracia lo que le hizo a Twitter. Esto es lo que ocurre cuando sucesivos Gobiernos de EE.UU. fracasan al abordar la desigualdad. Mientras millones de personas viven en la pobreza, un puñado de personas se hacen inimaginablemente ricos. La riqueza engendra riqueza y lleva aparejada un poder político equivalente. Era inevitable que uno de esos ricos (en la actualidad el más rico del mundo) ejecutara lo que parece ser una puja por la dominación mundial.

Votar por Trump en las elecciones de la semana que viene es votar por Elon Musk. De la misma manera que Trump está utilizando a Musk, éste último está usando al primero como trampolín hacia quizás un poder incluso mayor que el que puede ejercer el presidente de EE.UU. Las conversaciones secretas de Musk con Vladimir Putin, denunciadas por el Wall Street Journal la semana pasada, y sus contactos con otros líderes radicales mundiales, insinúan una muestra de una búsqueda de poder que podría ser incluso más alarmante que la posibilidad de un segundo mandato de Trump.

Trump, si gana, le hará al país lo que Musk le hizo a Twitter: EE.UU. será emuskulado. Esto significa que se dará rienda suelta a aquellos con el poder de agrupar, hostigar y aplastar a aquellos que no comparten su dañina ideología.

Elon Musk proclama ser un “absolutista de la libertad de expresión”. Pero su absolutismo parece desplegarse sólo entre sus aliados. Desde que compró Twitter y lo renombró como X, la plataforma ha cumplido con el 83% de las solicitudes de Gobiernos que exigían censura o vigilancia de cuentas. Cuando el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, solicitó la censura de sus oponentes antes de las últimas elecciones generales, la plataforma le ayudó. Cuando los oficiales del Gobierno indio le solicitaron que eliminara el documental hostil de la BBC, X hizo lo que le pidieron, y posteriormente eliminó las cuentas de muchos críticos con el primer Ministro Narendra Modi. 

El mes pasado, X bloqueó enlaces a un dossier sobre el candidato en la lista de Trump, JD Vance, y bloqueó la cuenta del periodista que lo filtró. Musk ha demandado a organizaciones que lo critican. La gente más mezquina y antisocial (racistas, antisemitas, misóginos, homófobos e incluso nazis declarados) ha sido readmitida y a menudo impulsada mientras que millones de otros usuarios han sido expulsados de la plataforma, con la consiguiente reducción de su propia libertad de expresión. Según consta, las propias publicaciones de Musk son amplificadas mil veces por un algoritmo singular. ¿Absolutismo de la libertad de expresión? En absoluto.

 Ahora ha dirigido su inmensa riqueza, poder y descarado doble rasero hacia un frenético esfuerzo por que Trump sea elegido. Algunas de sus tácticas (recompensas y premios en efectivo) las considero intentos para comprar votos e interferir en las elecciones. Sus abogados le han evitado tener que sentarse en el banquillo esta semana por una escucha que desafía estas tácticas: otro privilegio de su riqueza. Ha utilizado su cuenta de X para difundir desenfrenada desinformación a favor de Trump, costeándole muchos millones de dólares en publicidad. Ha invertido 118 millones de libras esterlinas en su super Pac (Comité de acción política) en favor de Trump.

 ¿Qué ganaría el hombre más rico del mundo con la emuskulación política de EE.UU. (y quizás del mundo)? Ganaría lo que el capital ha perseguido desde que los trabajadores consiguieron el voto: el truncamiento de la democracia. La democracia es el problema que el capital sigue tratando de resolver. ¿Por qué? Porque asegura que los trabajadores tengan derechos y salarios justos, que el mundo vivo tenga algunas protecciones (aunque nunca suficientes), que no nos puedan timar, envenenar y robar sin restricciones.

El capitalismo ha utilizado dos herramientas poderosas para tratar de resolver este problema: fascismo y neoliberalismo. Pero ahora, aunque recurriendo a ambas ideologías, vuelve a un modo más antiguo y primitivo: la oligarquía. ¿Por qué, deben preguntarse los multimillonarios, deberían confiar en los intermediarios para ejercer el poder político? Después de todo, en cada una de las demás esferas, el mundo se inclina ante ellos, no ante sus conserjes. Esto, pienso, es lo que a Musk y a algunos de sus autoritarios tecnológicos les ha preocupado.

Una victoria de Trump permitiría a Musk escapar de sus reguladores con los que a menudo está en conflicto. De hecho, si acepta la oferta de Trump de dirigir una comisión de eficiencia gubernamental, Musk se convierte en su propio regulador, siendo capaz de eliminar las normas que marcan la diferencia entre una sociedad buena y la barbarie.

Pero la elección de Trump podría incluso dar pie a mayores oportunidades. Musk controla los activos clave estratégicos y militares, tales como los lanzadores de satélites de Space X y el sistema de internet de Starlink. Tal y como Ucrania descubrió a su propio coste el pasado año, puede desactivarlos a su antojo. El tipo de toma de decisiones que llevan a cabo los países poderosos ha sido privatizado. Ciertas informaciones sugieren que el Kremlin le ha solicitado que impida el acceso de Taiwan a Starlink, como favor al Gobierno chino. Los operadores de banda ancha terrestre afirman que Starlink podría interferir y degradar sus propios sistemas. (Starlink lo ha negado). No es difícil ver cómo su poder podría crecer hasta el punto de que los gobiernos se sientan obligados a hacer lo que él exige. 

Puede que no lo parezca. Los villanos obsesionados con dominar el mundo deben ser afables, lacónicos, seguros de sí mismos. Musk está disfrazado de adolescente ávido de atención y se comporta como tal. Sin embargo, está equipado con suficientes medios como para multiplicar su poder más de lo que cualquier plutócrata haya amasado en la era de la democracia.

Durante décadas, el pacto centrista con el capital ha funcionado de la siguiente manera: podíamos tratar de mejorar sin mucho entusiasmo la vida de los de abajo pero no conseguiremos nada intentando contener a los de arriba. Como táctica a corto plazo funcionó: Rupert Murdoch y otros miembros del sindicato de plutócratas alcanzaron una tregua incómoda con Tony Blair, Bill Clinton y los de su clase. Pero a largo plazo resultó que los ultrarricos se convirtieron en tan ricos que pueden presentar una amenaza directa a las naciones soberanas, incluso a las naciones más poderosas. Algunos de nosotros hemos pasado décadas advirtiendo de que este sería el resultado posible: el apaciguamiento convierte a tus oponentes en más poderosos. Sin embargo, nuestros Gobiernos proclamaban que sencillamente estaban siendo “pragmáticos”: no importa cuán ricos se hagan algunos, siempre y cuando mejore el destino de los pobres.

Décadas de estudios, algunos de los cuales fueron resumidos hace 15 años en The Spirit Level por Kate Pickett y Richard Wilkinson, demuestran el sinsentido de esto. Una sociedad altamente desigual, cualquiera que sean los niveles absolutos de riqueza y pobreza, es devastador para los indicadores sociales, el bienestar, la cohesión y la democracia. Pero el “pragmatismo” permaneció y resultó no ser pragmático en absoluto. El deslizamiento desde la democracia hacia la oligarquía no debería sorprender a nadie. 

Así que ahora nos enfrentamos a una emuskulación generalizada: de la vida pública, de la confianza, de la amabilidad, de la ayuda mutua, de un mundo en el que los pobres puedan aspirar a algo mejor y en el que todos nosotros podamos aspirar a una planeta vivo y sano. Los Gobiernos que no han sucumbido completamente deben hacer lo que hace mucho tiempo deberían haber hecho: hacer más ricos a los pobres y más pobres a los muy ricos.

Traducción del articulo publicado el 4 de noviembre de 2024 en el blog de George Monbiot.

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