sábado, 25 de octubre de 2025

Replanteando el comercio mundial

Ante el impacto de las políticas de Donald Trump, Europa, al igual que otras partes del mundo, no tiene más remedio que replantearse de forma radical sus normas comerciales. En pocas palabras: si Europa no renuncia urgentemente a su amor por el libre comercio, corre el riesgo de sufrir un desastre social e industrial sin precedentes, y el planeta también se verá afectado. 

A la hora de fijar los aranceles, Trump ha seguido una lógica estrictamente nacionalista (como centrarse en el superávit comercial bilateral de Estados Unidos) y bastante caótica, cambiando a menudo de rumbo por capricho. Se necesita el enfoque contrario: los aranceles deben fijarse sobre la base de principios universales y predecibles.

 

La primera razón para aplicar aranceles es que el transporte internacional de mercancías genera una contaminación que representa el 7% de las emisiones mundiales. Los economistas han subestimado durante mucho tiempo este coste medioambiental, utilizando un valor bajo para la tonelada métrica de carbono (entre 100 y 200 euros). Sin embargo, el agravamiento del calentamiento global ha llevado a una reevaluación. Los costes derivados de las emisiones (catástrofes naturales, descenso de la actividad económica, etc.) se estiman ahora en unos 1000 euros por tonelada, si no más, sin tener en cuenta siquiera la pérdida de bienestar y los costes no económicos. Utilizando este valor, sería necesario aplicar aranceles medios de alrededor del 15% a los flujos comerciales mundiales para compensar el calentamiento vinculado al transporte de mercancías, con variaciones significativas en función del tipo de mercancías.



La segunda justificación para los aranceles es el dumping social, fiscal y medioambiental. Algunos países aplican regulaciones menos estrictas que otros, lo que permite a los productores establecidos en ellos perjudicar a sus competidores. En términos prácticos, China representa actualmente el 30% de las emisiones mundiales, y las emisiones exportadas constituyen alrededor del 20% de esta cifra (o el 6% del total mundial). A 1000 euros por tonelada, se necesitarían aranceles medios de alrededor del 80% sobre las exportaciones chinas para compensar este coste medioambiental. Si nos centramos únicamente en las emisiones netas exportadas (tras restar las emisiones importadas), que representan alrededor del 10% de las emisiones de China (el 3% del total mundial), los aranceles necesarios serían de alrededor del 40%.

 

Pasemos ahora al dumping social. Los salarios representan el 49% del producto interior bruto en China, frente al 64% en Europa. Esto distorsiona la competencia y requeriría aranceles compensatorios de alrededor del 15%. Se puede hacer un cálculo similar para el dumping fiscal, especialmente en lo que respecta a los impuestos de sociedades y las subvenciones estatales.

 

Al igual que con el carbono, el objetivo no es penalizar a China per se, sino animarla a pagar mejores salarios, momento en el que se podría eliminar el impuesto compensatorio. China no tiene necesidad de acumular superávits comerciales infinitos; primero debería continuar con sus planes de descarbonización (que están más avanzados que en Estados Unidos, por ejemplo) y aumentar los salarios y la demanda interna. A largo plazo, si Estados Unidos no cambia de rumbo, Europa y China tendrán que imponerle sanciones significativas.

 

En cualquier caso, los aranceles no son un fin en sí mismos: puede prescindirse de ellos si se establecen acuerdos vinculantes para alcanzar los mismos objetivos. También pueden sustituirse por sanciones financieras específicas si estas resultan más eficaces. Las cantidades exactas deben determinarse tras un debate democrático exhaustivo, llevado a cabo de forma transparente, idealmente en el marco de asambleas transnacionales.

 

Lo que es seguro es que las cantidades en juego son potencialmente muy elevadas: entre un 50% y un 100% de aranceles para compensar las externalidades negativas asociadas al transporte de mercancías y al dumping. En comparación, se prevé que el modesto mecanismo europeo de ajuste en frontera por emisiones de carbono genere apenas 14.000 millones de euros al año para 2030, es decir, el 2% de las importaciones chinas y el 0,5% del total de las importaciones procedentes de fuera de Europa. Seamos sinceros: esto no tendrá ningún efecto tangible en los flujos comerciales. Afirmar lo contrario conducirá a una amarga decepción.

 

Hay dos factores poderosos que podrían impulsar a Europa a cambiar de rumbo. En primer lugar, las presiones sociales y políticas derivadas de la nueva ola de pérdidas de puestos de trabajo industriales que se avecina. En segundo lugar, la urgente necesidad de ingresos fiscales para devolver el préstamo europeo de 2020 y financiar nuevos gastos. Los aranceles podrían ayudar a satisfacer estas necesidades.

 

La principal dificultad radica en que Europa continúa profundamente comprometida con el libre comercio absoluto. La Unión Europea reconoce la importancia de promover un desarrollo sostenible y justo, incluso en los artículos fundacionales de sus tratados. Pero a la hora de actuar, duda en alejarse demasiado del libre comercio absoluto, por temor a desencadenar una espiral proteccionista sin fin. Este argumento de la caja de Pandora es comprensible, pero no está exento de hipocresía (se utilizó hace un siglo para oponerse a cualquier forma de fiscalidad progresiva y, afortunadamente, desde entonces se ha superado) y, sobre todo, ya no se adapta a los retos actuales.

 

Quizás sea necesario adoptar medidas unilaterales para superar estos bloqueos, y que algunos países adopten medidas nacionales para protegerse del dumping social y medioambiental. Si tomamos el ejemplo de Estados Unidos, es posible que este tipo de iniciativa provenga de la derecha y de los nacionalistas, lo que sería lamentable, ya que la lógica excluyente de ese bando político no resolverá ninguno de los retos sociales ni el sentimiento de abandono que explota para ganar poder. Es hora de que la izquierda, en Europa y en todo el mundo, aborde la cuestión del comercio sostenible y justo y presente un plan de acción ambicioso.


Traucción del artículo original publicado el 7 de octubre de 2025 en el Blog de Thomas Piketty en Le Monde.

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