El general falleció hace 50 años este mes. Una nueva biografía narra su ascenso al poder.
Era bajito, poco carismático y un orador público poco inspirador. Sin embargo, el general Francisco Franco demostraría ser un dictador extraordinariamente exitoso. Figura clave en el golpe militar de 1936 que desencadenó la guerra civil española, Franco gobernaría como autócrata hasta su muerte en una cama de hospital hace 50 años, el 20 de noviembre de 1975.
Detrás de su improbable ascenso al poder absoluto se escondía una combinación de implacable ambición personal y mucha suerte. Según Giles Tremlett, había dos Francos: "El Franco militar era seguro de sí mismo y decidido. El Franco civil era calculador, lento y cauteloso". Fue como soldado cuando alcanzó la fama. Nacido en el seno de una familia de administradores navales en el puerto de El Ferrol, en Galicia, Franco se alistó en el ejército español cuando este libraba una brutal guerra colonial en el norte de Marruecos. Era intrépido, famoso por su frialdad e indiferente al coste humano de la guerra. Ascendió hasta convertirse en comandante de la Legión Española, la unidad más audaz y cruel del ejército.
Cuando los mineros revolucionarios organizaron una insurrección en Asturias en 1934, un gobierno conservador recurrió a Franco para reprimirlos. Pero cuando un grupo de generales tramó un golpe de Estado contra el gobierno de izquierda del Frente Popular dos años más tarde, Franco dudó y se unió a la causa en el último momento. Tuvo suerte de haber sido destinado a las lejanas Islas Canarias. Desde allí se hizo cargo del poderoso ejército del Marruecos español y se aseguró el apoyo de Hitler y Mussolini para trasladarlo por aire al continente. Con sus rivales muertos, dio un golpe de Estado y se autoproclamó comandante en jefe y jefe de Estado del bando nacionalista en la guerra civil.
Muchos de los rebeldes querían restaurar la monarquía, pero Franco instauró una dictadura personal. A pesar de su alianza durante la guerra con Hitler y Mussolini, solo era fascista cuando le convenía. Representaba una tradición anterior de nacionalismo católico reaccionario, con una visión del mundo forjada por la humillante pérdida del imperio colonial español en la guerra hispano-estadounidense de 1898 y, posteriormente, en la guerra de Marruecos.
Tremlett, antiguo corresponsal en Madrid de The Economist, ha optado sabiamente por no replicar la magistral biografía de Franco escrita por Paul Preston. En su lugar, ha escrito un ensayo biográfico perspicaz y ameno, compuesto por capítulos breves y ágiles. Se propone comprender al hombre y explicar "el franquismo como fenómeno que moldeó la sociedad". Considera que el apego del joven Franco a su conservadora madre y su distanciamiento de su libertino padre, masón, moldearon su aversión de por vida no solo al marxismo, sino también a la masonería y al liberalismo.
El Franco civil se adaptó a los acontecimientos, reinventándose como aliado estadounidense contra el comunismo en la Guerra Fría. Después de que su política de autarquía infligiera dos décadas de pobreza extrema a España, recurrió a tecnócratas católicos que liberalizaron la economía, desencadenando décadas de crecimiento. Legó a la democracia española una burocracia profesional y un sistema de derecho administrativo, aunque esto no se menciona en el libro.
El autor atribuye la relativa aquiescencia de la sociedad española al recuerdo de la represión de la posguerra y a la posterior socialización en una cultura del miedo y la obediencia. Tremlett concluye que, en última instancia, los hombres españoles, pero no las mujeres, vivieron una vida más libre y próspera que los europeos del este bajo el comunismo. Pero esto tuvo un coste: Franco fue "una presa gigante" que frenó la democracia y los cambios sociales y políticos necesarios. Afortunadamente, tras su muerte, el país recuperó rápidamente el tiempo perdido.
Traducción del artículo original publicado el 13 de noviembre de 2025 en The Economist.


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