¿Cómo puede Francia salir de su bloqueo político? En primer lugar, aceptando la idea de que la democracia requiere transferencias de poder claras y aceptadas para funcionar correctamente. Mantener siempre a las mismas personas en el cargo no es la forma de resolver la actual crisis de la democracia. La bipolarización izquierda-derecha, siempre que pueda renovarse a sí misma y su contenido con la suficiente rapidez para seguir el ritmo de los cambios globales, tiene la virtud de permitir tales transiciones. Ese modelo es el que permitió consolidar la democracia en el siglo XX, y hoy debemos avanzar en esa dirección para evitar su desintegración.
En este sentido, el hecho de que el Rassemblement National (RN, extrema derecha) votara por unanimidad, junto con el resto de la derecha, en contra de la creación de un impuesto mínimo sobre el patrimonio del 2% para los hogares con más de 100 millones de euros en activos, fue un acontecimiento importante que podría ayudar a aclarar el panorama político. Al votar a favor de salvar a los ultra ricos, cuando anteriormente se había abstenido, el RN se ha posicionado claramente como el partido de los multimillonarios, como un partido de derecha en todos los niveles: nacionalista, antiinmigrante, extractivista e hipercapitalista, muy similar al Partido Republicano de Donald Trump en Estados Unidos.
Esta elección puede haber sorprendido a quienes recuerdan la apariencia populista y social que el partido de Marine Le Pen intentó cultivar durante mucho tiempo. Sin embargo, es totalmente lógica. En primer lugar, porque los aliados potenciales del RN, aquellos que necesitaría para formar una mayoría parlamentaria, mantienen sin lugar a dudas una línea clásica de derecha, contraria a los impuestos y al gasto público. Es el caso de la Unión de las Derechas por la República (UDR) de Eric Ciotti, que se alió oficialmente con el RN en 2024, así como del resto de la derecha (Les Républicains, LR).
Lo mismo ocurre con las figuras más derechistas entre los partidarios de Macron, que en los últimos años también han demostrado estar dispuestos a aliarse con el RN para aprobar importantes leyes, como la ley de inmigración de diciembre de 2023 (que incluía una revisión del código de nacionalidad y un profundo desafío a la ciudadanía por nacimiento que finalmente no se aplicó por razones técnicas) o la "ley antiinquilinos" (supuestamente "antiokupas") de diciembre de 2022.
El compromiso del RN con el apoyo a los ultra ricos también es coherente con la ideología más amplia del partido, que se basa en una visión del mundo profundamente jerárquica. El RN, al igual que los seguidores de Trump, considera que la desigualdad es algo omnipresente y, sobre todo, inevitable: la desigualdad entre nacionales y extranjeros, cristianos y musulmanes, ciudadanos respetuosos con la ley y delincuentes, quienes trabajan duro y quienes viven de las ayudas sociales.
Según ellos, ante esta dura realidad, es mejor exaltar la identidad y la fuerza nacionales, el orden y el respeto por las jerarquías y, sobre todo, evitar discursos ingenuos sobre la justicia social y la armonía universal, que a sus ojos no son más que cuentos de hadas hipócritas difundidos por ideólogos de izquierda para aliviar sus conciencias y engañar a personas crédulas. Esta retórica de la derecha tiene grandes debilidades, pero también tiene sus puntos fuertes y, en cualquier caso, ahora desempeña un papel central en el debate público.
Ante esta nueva derecha unida, la izquierda tiene una responsabilidad histórica. Al igual que hizo Zohran Mamdani en Nueva York, debe centrarse primero en políticas sociales y universales (sobre el coste de la vida, la vivienda, el transporte, la sanidad, la educación, etc.) y demostrar que gravar a los ricos es la única forma de financiar todo eso. La izquierda también debe aprender de las lecciones de la historia. Ante la deuda pública, que ha vuelto a alcanzar máximos históricos, solo una contribución extraordinaria de quienes poseen las mayores fortunas privadas permitirá al país volver a avanzar.
El impuesto de solidaridad nacional, establecido en Francia en 1945, tenía una escala que llegaba hasta un 20% sobre las mayores fortunas y hasta un 100% sobre las ganancias más significativas. Se podía pagar en valores y no incluía ninguna exención para los "activos profesionales" ni para las denominadas "empresas familiares e innovadoras". En la Alemania de la posguerra, el Lastenausgleich ("reparto de cargas") alcanzaba hasta el 50% para las mayores fortunas. El impuesto equivalente en Japón alcanzaba el 90%.
Quienes afirman sin cesar que sería legalmente imposible gravar a los más ricos y que un impuesto mínimo del 2% sobre el patrimonio de los ultra ricos sería confiscatorio, solo revelan su profunda ignorancia histórica. También demuestran su negativa a participar en un debate racional y sereno, basado en pruebas empíricas sólidas.
Más allá de lo que está en juego a nivel financiero, hacer que los hogares más ricos contribuyan también sería una oportunidad para redistribuir el poder económico, ya que por fin se darían derechos de voto importantes a los empleados en los consejos de administración de las empresas, como se ha hecho en Alemania y Suecia desde los años 50. La riqueza siempre es colectiva: depende de la participación de miles de personas, no de unos pocos genios individuales sin los cuales el mundo supuestamente se derrumbaría. Las escalas de ingresos se han reducido en un factor de 10 en los países nórdicos europeos desde 1910, y este impulso hacia la igualdad ha ido acompañado de una prosperidad sin precedentes, como ha demostrado un estudio reciente del World Inequality Lab.
Por último, y quizás lo más importante, la izquierda tanto en Francia como en Estados Unidos debe hacer todo lo posible por sanar la brecha territorial. La diferencia electoral entre los votantes de clase trabajadora de las grandes áreas urbanas y los de las ciudades medianas y los pueblos rurales ha alcanzado niveles nunca vistos en un siglo. La población urbana sigue votando a la izquierda, pero los votantes rurales se han desplazado en gran medida hacia la derecha.
Esto es el resultado de un profundo sentimiento de abandono ante el deterioro de los servicios públicos y la competencia internacional. Solo reuniendo a la clase trabajadora, como hizo en el siglo XX, la izquierda podrá crear una nueva bipolarización entre izquierda y derecha.
Traducción del artículo original publicado el 11 de noviembre de 2025 en el blog de Thomas Piketty.

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