viernes, 12 de septiembre de 2025

Conozca al líder de la izquierda que podría enseñarle a Starmer un poco del “sanchismo” español

Con su narrativa, su carisma y su capacidad para asumir riesgos, Pedro Sánchez ha transformado España, afirma Conor Faulkner desde Valencia. Si Keir Starmer pudiera captar una pizca de esa audacia, Reino Unido podría salir ganando. 

Starmer afirma que la bandera británica "nos pertenece a todos" y anima a los británicos a estar "orgullosos de ella".

 

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, ha visitado a Keir Starmer en Downing Street esta semana, en lo que ha supuesto la primera reunión bilateral entre los dos únicos líderes de centroizquierda que quedan en Europa. Oficialmente, han ultimado el tan esperado acuerdo sobre el Brexit para Gibraltar, pero Starmer, que acaba de reorganizar su tambaleante Gobierno esta misma semana, podría haber aprendido un par de cosas de Sánchez.

 

Esto no quiere decir que el sanchismo deba ser un manual. ¿Qué podría aprender Starmer de un líder envuelto en acusaciones de corrupción y en deuda con los separatistas catalanes? Las tasas de desempleo siguen siendo altas en España. Los salarios son bajos. La falta de intervención en el mercado inmobiliario ha sido el principal fallo del Gobierno de Sánchez. Pero pensemos en los problemas más acuciantes que tiene Starmer entre manos: la economía, la inmigración y el auge de la extrema derecha. Mientras Reino Unido sueña con crecer, España ha sido, de entre las principales economías de Europa, la de mayor crecimiento: un 3,2% el año pasado, frente al 1,1% de Reino Unido. Sorprendentemente, The Economist coronó a España como la economía grande con mejor rendimiento del mundo, a pesar de estar gobernada por una coalición de izquierdas con miembros del Partido Comunista en el gabinete.

 

Entonces, ¿cómo lo han conseguido? ¿Tomando “decisiones difíciles” y equilibrando las cuentas a costa de los pensionistas? No exactamente. Los fondos europeos ayudan, por supuesto, pero España lo ha logrado en gran medida gracias a la izquierda moderada. Sánchez aboga por el bienestar y la inversión pública. El salario mínimo ha aumentado en un 50%. Su Gobierno es intervencionista y ha aplicado descuentos en los billetes de transporte público y los recibos durante los periodos de inflación. Ha creado impuestos de emergencia sobre el patrimonio y está en proceso de reducir la semana laboral. Y todo esto lo ha hecho un Gobierno que ha estado en crisis durante gran parte de sus dos mandatos. ¿Qué haría Sánchez con una mayoría tan contundente como la de Starmer?

 

España también ha sido pionera en el ámbito internacional al reconocer el Estado palestino mucho antes de que el resto de Europa llegara a la misma conclusión. Sánchez no teme utilizar el término “genocidio”. España se niega a aceptar las peticiones de Trump de aumentar el gasto en defensa en un 5% y promueve el tipo de política exterior progresista y realista que David Lammy defiende de boquilla.


 

Sánchez es el único líder europeo que defiende la inmigración, vinculándola al crecimiento y explicando al electorado que las tendencias demográficas indican que España necesitará millones de trabajadores más en el futuro. “Acoger al extranjero no es solo un deber”, afirmó Sánchez el año pasado, “sino un paso hacia la garantía del estado del bienestar”. Las residencias para los solicitantes de asilo y las pequeñas embarcaciones también son un problema aquí (España recibió más de 60 000 migrantes por mar en 2024), pero Sánchez se niega a dejar que la inmigración ilegal eclipse un debate más amplio sobre la inmigración. En lugar de repetir como un loro los argumentos para apaciguar a la derecha, los afronta, sabiendo que de todos modos nunca le habrían votado.

 

Para Starmer, no ser Jeremy Corbyn ni ser conservador no es suficiente. Por mucho que se renueve el equipo de comunicación, ¿el problema es la comunicación o la falta de un mensaje coherente que comunicar? Starmer nunca tendrá las habilidades políticas ni la elegancia telegénica de Sánchez, pero haría bien en tomar prestada parte de su audacia y sentido de la urgencia. En 2023, Sánchez convocó elecciones anticipadas al día siguiente de que sus socialistas fueran arrasados en las elecciones regionales y logró formar una coalición, manteniendo a raya a la extrema derecha.

 

Se le quiera o se le odie, Sánchez no tiene miedo de correr riesgos ni de cometer errores. Tiene un discurso, y vende a los españoles la historia de su Gobierno. Se enfrenta a la extrema derecha de Vox, lo que le granjea el apoyo a regañadientes de los partidos de extrema izquierda y separatistas, que respaldan su Gobierno porque saben que es el único que puede contenerlos.

 

Sánchez tiene la visión del mundo, la confianza y las habilidades comunicativas necesarias para formar una amplia coalición de izquierdas, por muy imperfecta y frágil que sea. Starmer repite como un ventrílocuo la retórica recogida en sondeos callejeros y grupos de discusión del “muro rojo”, mientras se queda cada vez más atrás en las encuestas. Vivimos en una época populista. El electorado es caprichoso. Los retoques tecnocráticos dentro de un marco de derecha aprobado por la prensa no bastan en la era digital de Nigel Farage, Corbyn y ahora Zack Polanski.

 

Millones de personas en España detestan el sanchismo, pero nadie en Reino Unido sabe lo que es el starmerismo. Sánchez entiende que los líderes de izquierda no pueden complacer a todo el mundo, mientras que Starmer no complace a nadie.


Traducción del artículo original publicado el 8 de septiembre de 2025 en el diario británico The Independent.

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